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martes, 22 de marzo de 2011

LA BAHÍA


El diablo vive en mí y me gobierna. Eso es lo que muchos dirán de mí el día que desaparezca. Pero… ¿y si el diablo es el único que de verdad quiere la felicidad de los humanos? Se le ha llamado diablo pero podría llamársele “Faro de la humanidad”. Es un demócrata, es el único que no cuestiona las decisiones, el único que no interfiere, el único que no tiene un ejército de fanáticos detrás impartiendo moral de modo dogmático y arbitrario. El diablo es lo que el hombre ha hecho de él. Pero… ¿por qué sigo llamándole diablo? Supongo que me hago eco del populacho.

Cuando me escogió supe que ya no sería libre nunca más. Por supuesto soy libre de dejar mi actual tarea y otro seguramente ocupe mi lugar pero… lo cierto es que, aunque es una tarea ardua que me dificulta dar rienda suelta a los resquicios de mi naturaleza humana, siento que estoy concediendo a la humanidad la única posibilidad de ser libre.

Me llamo Shun, podría llamarme Marc o Anthony, no importa demasiado. A diferencia de lo que los mortales creen, el lugar en el que él habita está fuera de la Tierra, en un planeta muy alejado, desde ahí se encarga de que todo salga según el caos, es decir, que el destino no influya en nada de lo que ocurra. El problema viene porque en el otro extremo de la galaxia alguien, a los que los humanos llaman de mil maneras, se encarga de tejer los hilos de dicho destino. Un asunto peliagudo.

Cuando los humanos mueren, su alma (o la esencia como la solemos llamar en La Bahía) suele acudir a una especie de tribunal, pero no se dicta una sentencia: cielo o infierno; no, es más bien como un tema de custodia, la esencia del mortal decide donde quiere vivir el resto de su vida. En contra de lo que muchos puedan pensar, la decisión no es fácil, para empezar lo que se sabe del llamado “cielo e infierno” no tiene auténtico valor, la decisión se basa en la emotividad y las sensaciones, y ahí La Bahía tiene mucho que decir, puesto que la sensación que transmite es la de libertad, por contra de lo que transmite el supuesto “cielo”, una idea vaga de obediencia y rectitud. Pero la esencia comprende una porción de humanidad inherente y ésta suele asociar la obediencia y la rectitud con aquello que le es propia. Así que la equidad en el conjunto de decisiones es soberana.

¿Cuál es mi tarea? Muy sencilla: debo encargarme de que cuando los humanos mueran se decanten por La Bahía. Pero eso tan sencillo se convierte en algo estresante cuando debo llevarlo a cabo. Debo intentar que el mayor número de humanos viva intensamente, que sus decisiones sean emotivas y viscerales. Que sientan. Algo muy difícil con tanta razón.

Alicia es quizás la razón de que todo tenga sentido. Alicia fue mi amiga primero. Mi amante después. Y finalmente lágrimas en mis ojos y pesar en mi corazón. Alicia me dejó y yo la seguí creyendo que algún día la encontraría. Y la encontré, su esencia permanecía en La Bahía. Allí le conocí. Gracias a él mi esencia se enlazó con la de Alicia para toda la eternidad. Si eso es algo diabólico, me alegro de ser diabólico. Podría dejar de hacer lo que hago, y permanecer por los siglos de los siglos junto a mi querida Alicia, pero entonces perdería la oportunidad de brindar a otros la ocasión de ser felices por toda la eternidad. Él me escogió por un motivo: soy realmente bueno haciendo lo que me encomendó y por ello, porque soy tan endiabladamente bueno, debo seguir haciéndolo.

Quizás algún día lo deje, pero ese día habré encontrado a un yo mejor que yo. Ese día el diablo llorará de alegría porque sus ruegos se habrán hecho realidad. Porque yo dejaré de ser yo parar ser quien él siempre quiso que fuera: él.       

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