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martes, 22 de marzo de 2011

El hombre que no tenía edad


Nací, en tanto que respiro, ando y noto todas aquellas cosas que conlleva la vida. Moriré, es una certeza que toda persona conoce, en tanto que mortal es. Pero si preguntáis por mi edad nada sé. En términos nominales podría decirse que no tengo edad, aunque el paso del tiempo me afecta como a cualquier otro y, por mucho que se hable de la relatividad del tiempo, lo cierto es que, más o menos rápido, éste pasa.

Nací ergo… existo. La primera vez que me preguntaron por mi fecha de nacimiento simplemente mentí, necesitaba ciertos papeles y por lo visto ese era un dato imprescindible, pero realmente no sé que edad tengo, si es que la edad importa, por lo que sé, la edad sólo sirve para que la gente opine sobre ti, una edad puede ser buena para unas cosas y mala para otras, yo sinembargo no tengo ese problema.

La muerte es otra ventaja, supongo que podré intuir cuando se acerca pero mientras me sienta con fuerzas no hay motivo para inquietarse, las personas viven estranguladas por el paso del tiempo: No hice esto, no hice aquello otro, ya es tarde, aún es pronto… muchas convenciones absurdas que habitualmente no se rigen por el reloj biológico, hombres y mujeres no pueden aparearse hasta una edad determinada, aún cuando sus cuerpos reaccionan con anterioridad, no pueden hacer ciertas cosas como por ejemplo votar, ¡menuda gilipollez! He conocido gente joven con más criterio político que muchos ancianos artríticos que a menudo votan por costumbre más que por convicción, la fiesta de la democracia, es como si me emborracho y la resaca me dura cuatro años, ¡vaya mierda de fiesta! O como conducir, como se explica que la mayoría de jóvenes se suba a un coche y sepa más que su instructor. Hay convenciones porque así se controla el caos pero eso no significa que sean correctas, es como lo de las horas de las comidas, uno debería comer cuando tiene hambre, dormir cuando tiene sueño y folla cuando le dejen. Cierto que estos tiempos vienen marcados desde la revolución industrial, o quizás de antes, pero eso no significa que estén bien.

Da igual. No tener edad es un problema en tanto en cuanto uno lo crea así. En mi trabajo me paso una cosa curiosa, al no haber especificado mi edad, mi jefe, entrevistador entonces, me preguntó qué edad tenía, yo le contesté que qué edad era la ideal para que se me concediera el trabajo, me dijo que unos veinticinco años, así que acto seguido, le arrebaté de sus manos mi currículum, tomé prestado un bolígrafo y escribí la edad requerida, la fecha con respecto al día y mes fue totalmente arbitraria. Mi jefe quedó desconcertado pero no dijo nada, creo que simplemente no sabía qué decir, reconozco que fue bastante peculiar. Aunque quizás por ello me contrató, aunque se aseguró que en mi DNI figurara la edad que decía tenía. Tuve que hacer algunas gestiones pero como no poseo partida de nacimiento ni nada parecido fue relativamente fácil. Mi trabajo es francamente divertido, soy cirujano plástico: opero narices, básicamente, aunque he colaborado en operaciones de implantes mamarios, liposucciones o tonterías parecidas. Pero todas ellas sólo me recuerdan la suerte que tengo, todos mis pacientes o los de mis colegas vienen para sentirse más jóvenes, para quitarse años dicen, es la ventaja de no tener edad, no hay nada que quitar ni poner. La verdad es que no juzgo el que se operen, cada uno es libre de mutilarse como quiera, o si más no de engañarse como quiera, pero lo que me molesta es la razón por la que lo hacen. El tiempo pasa, y va a seguir pasando aunque haya operaciones. Yo, personalmente, si quisiera aplazar mi hora de morir, me procuraría un transplante de corazón, de médula, de pulmón, cosas así, aunque nada garantiza que vivas más.

Por otra parte, medir la edad me parece ridículo, no conozco a ninguna persona que recuerde más que unos instantes de su vida, nadie recuerda todos y cada uno de los días que ha vivido, nos explotaría la cabeza. Por lo tanto, conocer la edad es tan estúpido como conocer el tiempo que hará, de nada sirve si no puede cambiarse, mejor no conocerla pues.

Paradójicamente, este relato bien podría constituir mi necrológica, ya que nunca se sabrá cuando lo he escrito, aunque lo paradójico realmente no es eso, sino que la he escrito para permanecer suspendido en el tiempo, para tener mi lugar en la memoria, entendiendo la memoria como ese lugar en el que se acumulan los recuerdos, los hechos y las experiencias.

  


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